viernes, diciembre 12, 2008

Cartas 182

Hasta donde nuestra Conciencia llega, estamos rodeados de infinitos. Hacia lo grande, hacia lo pequeño, a los lados, en fin, nuestro problema es encontrar nuestro centro, el de nuestro momento histórico, social, económico, sin adelantarnos demasiado o apocarnos. Porque sucede que todos está cambiando en todo momento. Eso nos hace ser Seres Espirituales, a diferencia de los seres minerales, vegetales o animales. Ellos cumplen las leyes que regulan su centro automáticamente, cada vez más cerca de nosotros, los humanos. Por eso tratamos de superarlo. Ya sabemos, de antemano que todo está viviendo, y que la vida se alimenta de la vida, no de la muerte.

Nos sentimos más cerca de los animales que de los vegetales o de los seres minerales. Después de todo, aunque todo vibra y se mueve, con características de seres vivientes, sabemos que nuestra estructura básica, la que nos mantiene en el plano humano es material. Damos por hecho que los elementos materiales son parte nuestra y los usamos a discreción, como el aire, el agua, el fuego, un poco menos; y la materia, según sean nuestras necesidades de renovación material. Por eso tenemos instintos, que son producto de necesidades prácticamente materiales, aunque controladas en los mejores casos por nuestros sentimientos, razones y hechos espirituales, que también los tenemos. Pero para estar de acuerdo con nuestras necesidades espirituales, preferimos no involucrarnos con los sacrificios de animales. Nos volvemos vegetarianos.

Nuestro centro espiritual es material, por polarización de fuerzas, y está también relacionado con la energía y es mental. Sin embargo es también espiritual, pues es el centro de nuestro Ser Espiritual, de nuestra materia, energía y mente. Por eso podemos movernos hacia cualquiera de los centros que constituyen nuestro Ser, que están en todas partes y en ninguna en especial. Típicamente nos definimos como Seres Espirituales.

Convencionalmente somos el centro de todo lo posible, ya que avanzamos hacia lo cósmico, o total, y lo divino, por lo menos en esta octava de manifestación, lo cual no afecta que seguimos una trayectoria espiritual, espiral, que avanza sobre sí misma y por eso está en el centro de la vida y de la muerte. ¿Y nuestra conciencia, la nuestra, dónde queda? En el centro. Claro que inventamos la trasmigración de las almas y otros asuntos relacionados con las almas, pero la verdad es que se integra a la conciencia universal. La vida y la muerte son como saltos al vacío, ¿vacío de qué? si todo está lleno, de materia, de energía, de mente, y así sucesivamente, hasta lo divino, por ahora, de acuerdo con la Ley de las octavas universales, para volver a comenzar espiritualmente. El misterio que ese salto al vacío supone lo dejamos en manos de las religiones, o sea de pasar a Dios un problema que es nuestro.

La conclusión de todo es esto es que la vida y la muerte son eternas.

Así que nuestra situación es crítica: estamos en el centro de los infinitos de arriba y de abajo, y de la derecha y de la izquierda, según los veamos; y nuestra Vida tiene que buscar sus propios límites debido al panorama cambiante de todos los elementos que forman la vida. Su centro natural es nuestra conciencia y la conciencia es el centro de todas nuestras experiencias, que abarcan todos los mundos posibles. Parece que todo está sujeto a los alcances de la conciencia, pero la conciencia está sujeta a presiones de todo tipo, inclusive la de no morir. Entonces tenemos que llenar el enorme vacío de lo que le falta a nuestra conciencia, con personajes y situaciones que son inventados de acuerdo con nuestras circunstancias.

En eso andamos cuando se nos ocurre la Iniciación, el comienzo de un nuevo intento fundamentado en la conciencia. Si la conciencia es nuestro centro, elevarlo es nuestra intención, sin que queramos decir con esto que lo queda por debajo de nuestra conciencia quede olvidado. Precisamente, la elevación de la conciencia ensancha nuestro mundo. Lo que necesitamos, entre múltiples posibilidades es encontrar un modelo de Iniciado, por lo menos en la realidad y, si es posible en lo sagrado. Y los hay, ciertamente, más de los pudiéramos pensar. Lo que pasa es que son modelos espirituales a medias. Y eso no nos sirve como modelo.

En primer lugar, este modelo que buscamos debe de ser congruente en sus disciplinas y en todo aquello que supuestamente nos va a Iniciar. Decir una teoría sin demostrarla en forma viviente cualquiera puede hacerlo y está en su derecho si la presenta como una posibilidad, no como un hecho. Sin embargo está dicho que cuando el Discípulo está preparado aparece el Maestro. Así que no hay prisa.

Lo más probable es que el Discípulo no se dé cuenta que esta frente a su Maestro. Así fue mi caso:

¿Cómo sabía usted que yo era su Maestro? – Preguntó el Maestro Estrada
No Maestro; yo nunca lo he estado buscando. Lo que yo busco es un hombre que le llamo el hombre feliz, feliz porque sabe quién es; pero nunca lo encontré
Bueno, yo busqué a ese hombre y un día lo encontré, el Doctor Serge Raynaud de la Ferriere
Bueno, pues ahora somos dos. ¿Usted me va a decir quién soy yo?
Yo no se lo puedo decir, pero le enseñaré el camino para saberlo

Este es mi caso entre muchos diferentes, pero lo que sí es cierto es que el posible Maestro le pedirá en primer lugar que abandone sus vicios, y la señal de que usted está preparado está en que se los quitará de inmediato. Así, a medida que la relación avance, le irá pidiendo que abandone sus apegos hasta liberarlo de ellos, lo cual, en la mayoría de los casos, no es una cuestión tan simple. Pero el Maestro no muestra prisa. El que muestra prisa es el Discípulo. El Maestro sabe que tiene muchas vidas para conseguir que su Discípulo se decida, pero el Discípulo sabe que solamente tiene una oportunidad.

Sat Arhat José Marcelli Noli
www.redgfu.net/jmn

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