La iniciación en lo sagrado y en lo real tiene, por lo menos, tres aspectos. El primero es de preparación. Comienza cuando el individuo, por uno u otro motivo se interesa en la gran fraternidad universal, practica alguna de sus recomendaciones particulares y encuentra que le proporciona alguna satisfacción física, mental o espiritual. Inclusive cuando se trata simplemente de perder algunos kilos que lo hacen verse descuidado, y se siente tensionado por su mala apariencia.
La salud y la conciencia se justifican muy bien en esta etapa, a menos que siga faltando algo más, como el control de las emociones, por ejemplo. Ahí el campo es muy amplio, y a cualquiera más o a cualquiera menos, le sobran emociones demasiado evidentes, o le faltan emociones suficientes para compartir en un nivel social adecuado. El yoga y la respiración controlada le dan muy buena respuesta para comenzar. Luego vienen los estados sutiles de las emociones donde la pérdida de control puede ser una condición decisiva para no inspirar confianza en cuestiones de serenidad y de decisiones que requieren de confianza en sí mismo.
Luego viene la cuestión de abrirle paso a la mente para que tenga el máximo de potenciales al optar por los pensamientos más convenientes en el momento que se requiera de ellos. Pensar con claridad, sin emociones que perturben a quien concibe los pensamientos y pueda aplicar sus pensamientos en la forma más positiva, de acuerdo a las circunstancias. Ni antes ni después. En el momento justo.
Esto puede hacer parecer que se busca que las facultades naturales funcionen aisladamente, pero es todo lo contrario, se trata de que todo funcione óptimamente para darle base a la siguiente opción hasta donde sea posible, sin restarle su oportunidad de manifestarse, siempre dando oportunidad de actuar en el momento preciso, ya que todo está jerarquizado en la naturaleza.
Esta sucesión cambiante de acciones conducen a la práctica de acciones espirituales, sin aparatos místicos, o actitudes preconcebidas, dejando libre al espíritu para actuar sobre la base de universalidad previamente construida.
En efecto, la base espiritual es la síntesis de todo el proceso. La apertura a una nueva dimensión que comprende lo material, lo emocional y lo mental, y nos permite abrirnos a la unidad, donde todo está en potencia para integrarse a la diversidad. La verdadera creatividad está en llegar a este punto y darle oportunidad para que se manifieste. No es cuestión de repetir asuntos de sobra conocidos, ni darnos ánimos creativos, es ser creativos, permitiendo a nuestro espíritu que se manifieste. O sea, entrar en una nueva dimensión.
Cuando se ha llegado a esto, se ha llegado a la iniciación en lo real. Es el primer de grado de iniciación real, el getuls.
Para llegar a getuls se vive la etapa del yaminado, la de medio gegnián y la de gegnián. Etapas preparatorias, capaces de darnos respuestas suficientes para el nivel de nuestras inquietudes. En cualquiera de ellas pueden terminar nuestras inquietudes y está bien, nos queda en vasto mundo de la diversidad donde podemos investigar, construir, destruir y generar una dinámica que mejore nuestras vidas. Pero si nos queda algo que no sea producto de la mera ambición emocional, tenemos la iniciación en lo real, lo relativo, lo que es uno y siempre es dual, como la noche y el día, la vida y la muerte, en fin un singular acervo de manifestaciones que exigen nuestra muy atenta consideración durante una vida o una serie de vidas, hasta que sean superadas y estemos aptos para la tradición de iniciación en lo real.
A partir del getuls comienza una nueva investigación. Se trata de no aceptar como válidas las dualidades. Se trata de encontrarles solución de unidad. La aparente dualidad solamente es un proceso de superación por contradicción, que se resuelve en una superación de la dualidad. No se trata de aceptar que la muerte, por ejemplo, es la culminación de una vida y lo demás se lo dejamos a dios para que lo resuelva. Se trata de saberlo nosotros. Y sin subterfugios, porque así tiene que ser. Se trata de encontrar y vivir la superación de las dualidades hasta convertirlas un unidad. No se trata de aceptar que el hombre y la mujer son diferentes porque sí, se trata de obedecer las leyes universales que hacen que esto sea así y superarlas hasta realizar esta aparente dualidad y convertirla en una noción de igualdad que nos lleve a una nueva opción de integración en lo sagrado, pero, está claro, no pasando por encima de lo establecido, sino obedeciéndolo hasta sus últimas consecuencias.
Para esto son los grados de iniciación real, en lo relativo, en la realidad, de getuls, de gap pa y de gelong. Cuando se han cumplido, no importa cuántas vidas nos lleven cumplirlos, estaremos preparados para aplicarlas a los grados de iniciación en lo real y en lo sagrado. Seremos auténticos iniciados en lo real y en lo sagrado. Para eso son los grados de gurú, sat chellah y sat arhat, los supremos grados de iniciación en lo sagrado y en lo real.
Nos falta mucho, sí, pero lo vida es eterna y está dividida en octavas de manifestación. No hay final. Más vale que no comencemos a sentirnos felices de vivir, sin andarnos manoseando con títulos de más y de menos. Cada uno está en lo que está bien, si le satisface, y hay lugar para todos.
Los grados que no se comprenden todavía, debemos dejarlos para nuestro futuro. Cuando lleguen serán bienvenidos y no crearán perturbaciones de emociones desmedidas. Si queremos hacer sentir que nuestro maestro es más importante que el de los otros, por ejemplo, demostrémoslo con la conducta adecuada, que no es otra que mostrar sus virtudes en la práctica.
Sat Arhat José Marcelli Noli
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lunes, noviembre 24, 2008
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