En la tarde del lunes aterrizamos en la tierra de los Regios, en Monterrey, en un avión nuevo de una línea turística que nos atendió muy bien. Nos esperaban Don Alejandro, Don César y Doña Evelyn. Esa noche dormimos en el Ashram de Raíces. Tal vez por eso al día siguiente el Ashram nos pareció una finca de lujo con sus cuatro y pico de hectáreas libres cubiertas de césped pulcramente recortado, sus instalaciones, su río y su obelisco resplandecientes. Don Enrique y Doña Marina los Ancianos del Ashram se esmeraron por mostrarnos respeto y afecto. El ambiente Acuariano del lugar me hizo recordar al Ashram del Edén y al Gelong Don Félix Camacho de la región del Quindío en Colombia. Don Félix siempre me facilitó mi trabajo. Cada vez que andaba por su territorio me invitaba a dar conferencias en el Aula Magna de la Universidad del Qindío donde era Maestro Emérito y después Decano. Cuando visitaba la Casa de la RedGFU en Armenia, la Capital, siempre me creaba un ambiente de fiesta, con arreglos florales de Orquídeas, comidas de gala y cantores de Pasillos y Bambucos muy profesionales y diferentes de los paisanos de Don Gabriel García Márquez y su gente de Macondo.
Sin Embargo, los jóvenes de la Universidad eran altivos y revolucionarios de ideología marxista y gritaban sus consignas a voz en cuello para callar a los conferenciantes burgueses, según ellos. Entre lo que recuerdo hubo un muchacho que me increpó mientras yo me ingeniaba para hablar de la Nueva Era y del MSMA:
§ ¡Ya cállate! Lo que necesitamos es la revolución.
También a gritos, le contesté.
§ ¡De acuerdo, hay que hacer la revolución de la conciencia!
§ ¡Nada de conciencia, necesitamos la revolución armada, la conciencia necesita mucho tiempo!
§ ¿Por qué tienes tanta prisa?
§ Porque no tengo mujer, ni hijos, ni intereses burgueses. Hay que tomar las armas, ¡ya!
A veces las conferencias se convertían en zafarranchos verbales, o conversatorios ingeniosos y con buen manejo del lenguaje, donde todos opinaban y nadie oía las opiniones de los otros. Algunas veces las autoridades de la Universidad nos apagaban las luces y nos salíamos a la calle caminando y discutiendo hasta la media noche. Tengo la impresión de que Don Félix disfrutaba de nuestros torrentes de verborrea sin perder su ponderación de catedrático. Yo también las disfrutaba, pero de otro modo, probando mis argumentos con personas con mucha inteligencia emocional.
Un día, inesperadamente, un terremoto sacudió la Ciudad de Armenia y echó por tierra los edificios más altos. La gente decidió habitar en los fértiles campos de los alrededores. Los Acuarianos también, a pesar de que los daños de la Casa Sede de la RedGFU fueron mínimos y de que la casa estaba asegurada. Entre varias familias compraron una extensión de tierra y la fraccionaron en lotes, de acuerdo con sus posibilidades económicas, con el acuerdo de que cada una de ellas cedería un espacio proporcional para integrar la superficie necesaria para construir un Ashram que colindara con las propiedades de todos. La Getuls Deifilia, que es Arquitecta, hizo planos, maquetas y proyectos de construcción; consiguió permisos municipales y el Ashram comenzó a tomar forma. Las casas también. Entre las que recuerdo estaba la Mansión Valluna, decorada con buen gusto y espectacularidad en sus dos pisos por sus propios dueños, Eduardo y su esposa. En alguna ocasión me alojé en una de esas casas, pues el acuerdo era que el Ashram solamente tendría Sala de Usos Múltiples, Cámara de Alta Iniciación, Casa para Ancianos, baños y Senderos Comunales. El hospedaje y las comidas para los visitantes del Ashram serían ofrecidos por los dueños de las casas, en un plan familiar y económico. Detrás de todo, estaba la figura, serena, sonriente y callada de Don Félix.
Durante mis recientes vacaciones forzadas me enteré a medias de que Don Félix había entregado todas las propiedades debidamente documentadas a las Autoridades de la RedGFU y que había pedido su retiro de la Orden para descansar. Bien Don Félix, conserve su Grado y mi gratitud por su ejemplo – pensé – y ahora se lo digo.
Acá, en Raíces, tal vez las cosas no son tan refinadas, pero no son menos nobles y efectivas. La gente se prepara en las Escuelas Preiniciáticas e Iniciáticas en Monterrey y viene al Ashram y trabaja en labores manuales o administrativas y asiste a las disciplinas cotidianas. El Ashram está abierto para todos. Cuando ya se tiene como mínimo el Primer Grado de Iniciación Real se evalúa la trayectoria de cada individuo, de acuerdo a los hechos materiales, morales, intelectuales y místicos que ha realizado en la Gran Fraternidad Universal y eventualmente, se le recibe en La Cámara Secreta de Alta Iniciación donde sigue preparándose para servirse a sí mismo, sirviendo a los demás. En una ocasión le preguntaron al MSHM para qué servía la Cámara Secreta y él contestó:
§ Se los diré en una parábola. Cuando el Discípulo está preparado el Maestro lo toma de la mano y lo lleva a la primera Cámara y lo deja ahí hasta que entiende el significado del Silencio que está inscrito en la puerta de entrada. Luego, pasa a otras Cámaras para que comprenda lo Sagrado, lo Cósmico y lo Absoluto. Finalmente, le abre la puerta y le dice que ya está preparado para entender la Verdad que se está revelando constantemente en la Gran Cámara Divina.
§ ¿Cuál es esa Cámara Divina?
§ Ésta, donde ustedes están.
§ Entonces no tiene ninguna importancia la Cámara Secreta. Es lo mismo – le replicaron.
§ Si – concluyó el MSHM – pero el que logra realizar el contenido de la Cámara Secreta tiene ojos para ver y oídos para oír. Esa es la diferencia.
Sat Arhat José Marcelli Noli
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sábado, noviembre 04, 2006
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