domingo, diciembre 18, 2005

Cartas 86

§ Comencemos por el principio, de otro modo nunca vamos a entender el asunto del sexo.

Hay algo que no comenzó nunca y por eso mismo nunca terminará, algo que es eterno. No sabemos qué es. Podemos pensar razonablemente que es la causa de todas las causas. Como no tiene principio ni fin, no tiene límites. No se puede ver, medir o pesar. Algunos le llaman Causa Primera. Otros Absoluto. Y seguimos en las mismas. Los más sensibles le llaman Dios. En los libros considerados sagrados lo hacen hablar y decir: Yo Soy el que Soy. Y es lo mismo. Otros dicen que dice: Con el Nombre que me llames con ese nombre te respondo, porque todos los nombres son fragmentos de mi nombre. Eso ya parece mejor, por lo menos para no pelear por nombres, como sucede a veces. De un modo o de otro, todos pensamos que sea lo que sea es UNO. Si fuera más de uno nuestra naturaleza tendría un problema tremendo para escoger lo mejor. Sin embargo, lo más probable es que no sea uno ni dos, sino tres.

No es broma. Los sabios de China le llamaron Tai, lo supremo, y agregaron que solamente se le podía conocer como Yinn o Yang, lo femenino y lo masculino, para hablar en forma sencilla. Los Rishis Indo Arios dijeron algo equivalente con nombres como Brahama, Vishnú y Shiva. Los Toltecas de Mesoamérica le llamaron Ipalmenovani, Omecíhuatl y Ometecuhtli. Los cristianos lo llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo. Total, tres personas distintas y un solo Dios Verdadero. Lo más notable de esta idea, revelación o creencia, es que nos involucra directamente a los Seres Humanos, asegurando que estamos hechos a imagen y conforme a su semejanza, lo cual podría dar lugar al argumento de que nosotros tratamos de resolver el misterio haciéndolo a nuestra imagen y semejanza, como tres seres distintos y un solo Ser Verdadero, el Ser en sí, el Ser en Mujer y el Ser en Hombre.

Lo mismo, dicho de otro modo, puede plantearse filosóficamente, la Verdad es Una y la Realidad es doble. Esto nos permite comenzar a plantear el asunto del Sexo.

El Absoluto, la Verdad o Dios, es Uno. Como es Uno, no se puede comparar con nada. Entonces, el Uno se secciona, se hace Dos. Así, sin dejar de ser Uno, se compara y se contrasta y adquiere experiencias y conocimientos sobre sí mismo. Estas experiencias tratan de volver a su unidad original, indiferenciada y se amalgaman en un núcleo que sirve a la Verdad, Absoluto o Dios, para reflejarse en la Realidad, que es su creación relativa, dual, como forma en Espacio y como existencia en Tiempo. Eso es el Sexo o “seccionamiento” de la Unidad.

Ahora bien, cuando la Unidad Original, indiferenciada, se secciona, produce movimiento, vibración. Las vibraciones luchan por volver a la Unidad y se asocian entre ellas, por afinidades selectivas y electivas, y forman ondículas y partículas. Ese es el misterio cuántico de las partículas que al encontrar algún obstáculo, aparentemente insalvable en sus trayectorias desaparecen como partículas y vuelven a ser vibraciones u ondas que reaparecen como partículas al otro lado de los obstáculos. Por su parte, las partículas, como tales, también hacen esfuerzos por recuperar la unidad original y se asocian formando átomos; luego, dentro del mismo comportamiento, se estructuran como moléculas, células, órganos, aparatos y sistemas, manifestando su dinámica curva y continua como Vida Orgánica, particular. Este fenómeno es el que da origen al Universo, a la unidad que se manifiesta como diversidad.

Naturalmente, los Seres Humanos estamos totalmente involucrados en este proceso y somos individuos con una conciencia particular, que es producto de las incontables partículas asociadas entre si en cada individuo, independientemente de que nos manifestemos como Seres Humanos en versión femenina o en versión masculina, es decir, como tres Seres distintos y un solo Ser verdadero.

Como Seres Humanos, también buscamos la unidad original por atracción polar como mujeres y hombres, por el sexo y la sexualidad. Tratamos de aparearnos y generamos diversidad, de acuerdo con las experiencias acumuladas en los planos minerales, vegetales y, más recientemente, humanos. Ese es uno de los problemas fundamentales del sexo humano, debido a que las experiencias acumuladas nos dan una conciencia particular que puede optar por hacer o no hacer lo que siente necesidad de hacer, y de hacer menos o más de lo que debe de hacer, ilusionados por el placer de obtener la gratificación que proporciona la necesidad sexual cumplida. Sin embargo la sexualidad humana no solamente es instintiva, animal, sino también romántica, sentimental, ética y estética, moral inclusive, de acuerdo con el proceso histórico de la sociedad humana. También tenemos capacidad para el apareamiento intelectual, contemplativo, interactivo e iluminador. Inclusive tenemos capacidad para el acoplamiento espiritual de Amor en equidad con la Libertad individual de quien amamos. Finalmente, existe la posibilidad del apareamiento trascendental, de la unión de los dos polos del Ser, en la experiencia de Ser totales en la Verdad, Absoluto o Dios, al cual pertenecemos, sin dejar de ser hombres o mujeres.

Este fenómeno de iluminación natural, popularmente es llamado Sexo Sagrado.

Naturalmente, tenemos que comenzar por un planteamiento preciso para poder intentar las altas posibilidades del sexo, por medio de la educación sexual, sin satanizar, execrar o ridiculizar la fuerza fundamental de la Vida, especialmente en el campo de lo que llamamos Sagrada Tradición Iniciática Real, y evitar, en lo posible, el fracaso de los esfuerzos que se hacen para experimentar la unidad del Ser sin dejar de ser humanos. No valen las justificaciones, sino los hechos. Hay que manejar la sexualidad con maestría, desde el corazón hacia los centros superiores relacionados con el Ser, y del corazón hacia abajo para consolidar la permanencia de lo humano.

Nada es vergonzante en la sexualidad humana, excepto la ignorancia. Debemos educarnos para vivir la sexualidad sana y consciente. Minimizar, o satanizar al sexo es traicionar a lo más preciado que tenemos para descubrirnos en el Absoluto Ser aquí, en lo humano. Hay que restituirle su condición superior y divina por medio de la equidad espiritual del amor y de la libertad, por la contemplación y el instinto integrados en un acto trascendental.

Cuando un Hombre y una mujer logran unir en su Alma, su cuerpo y su Ser conscientemente, cumplen el Cuarto Principio de los Iniciados Reales en la Era del Aquarius que dice: Dios, a través de la forma humana, comienza a conocerse a sí mismo.

Sat Arhat José Marcelli Noli
www.redgfu.net/jmn

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