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Es una pesada carga para la naturaleza humana ignorar nuestra razón de ser y no saber cómo ajustarla a las circunstancias de nuestra vida. En la práctica, las decisiones que tomamos son tentativas. Es claro que se han establecido reglas para el funcionamiento de la sociedad y que se ha trabajado para perfeccionarlas, pero basta leer las notas periodísticas o ver y oír los reportajes de radio y TV para comprender que están sujetas a la relatividad de las interpretaciones individuales, grupales o mundiales, según los intereses cambiantes del proceso histórico que se vive.
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Con la ignorancia que pesa sobre nosotros mismos, los Seres Humanos respondemos lo mejor que podemos. Lo primero que se nos ocurre pensar es que los espíritus o los dioses nos han hecho un destino que tenemos que cumplir a ciegas y procuramos que los hacedores de nuestro destino nos favorezcan, sobre todo en relación con lo que nuestro instinto natural rechaza: el dolor y la muerte. Nos sentimos incompetentes y vulnerables para tomar la responsabilidad de nuestro destino. Lo dejamos al arbitrio de los seres divinos y los honramos para ganar su favor, afirmando así un presentimiento que se nos convierte en la fuerza que llamamos Fe.
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La Fe espera y desespera, porque a pesar de sus esfuerzos para que todos piensen lo mismo, y de sus alabanzas, oraciones, templos y rituales, dedicadas a congraciarse con lo divino, la mayor esperanza que puede darnos está en lo que más tememos, en el sufrimiento y la muerte. Sin embargo, la Fe, en si misma, genera un presentimiento de grandeza más allá de los límites humanos, puesto que el Potencial de lo divino, lo sagrado, tiene una sola fuente y una misma meta y eso significa que está, y ES, en el cielo, en la tierra y en todo lugar, lo cual justifica pensar que también se encuentra en nuestra naturaleza humana, por pequeña que sea la parte que nos corresponda.
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Esto mismo hace que algunos Seres Humanos lleven la Fe hasta lo más profundo de su naturaleza y descubran en ella una enorme dignidad de Ser en lo que ES y que acepten la responsabilidad que ese descubrimiento trae aparejado. La actitud cambia desde el parasitismo implorante a la misericordia divina, hasta una actitud de gratitud creativa, como dijo San Pablo: Yo te buscaba, Señor, por los caminos y los campos, por las calles y las plazas y nunca te encontré, hasta que me sentí desconsolado y lloré. Entonces oí que me decías que no había buscado donde siempre has estado: dentro de mí. ¡Aum Tat Sat! dicen los Yoghis.
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La Fe, como presentimiento de algo superior a la Naturaleza relativa, cambiante y mortal, se apoya gradualmente en la conciencia que nace del conjunto de experiencias que el Alma acumula entre el Potencial de lo Sagrado y su manifestación como forma y existencia humana. Entonces, comienza a producirse la Sabiduría. Los espíritus, los dioses, el Dios Único y todo lo que hemos imaginado, intuido o inventado para paliar la soledad existencial, se revela en todas partes, incluyendo a lo que se considera más nefando, oscuro o maligno. Todo Es y está en Todo.
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Sin embargo, el Todo sigue siendo lo que Es. Lo negro sigue siendo negro y lo blanco sigue siendo blanco. Los aromas de perfumes, y los hedores de las descomposiciones orgánicas, siguen produciendo buenas y malas impresiones. Lo mismo que los hechos que juzgamos buenos o consideramos malos. Lo Femenino, lo Masculino, y la polarización que implica sigue siendo válida, lo mismo que las necesidades orgánicas, sentimentales, ideales o espirituales. La diferencia la hace la Sabiduría consiste en aceptar las cosas como son y de ser capaz de colocarse por encima de ellas para observarlas, comprenderlas e influir para que sucedan con mayor equidad y armonía, sin recurrir a los extremismos terroristas ni a las falsas promesas.
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Este sentir de lo Sagrado, aquí y ahora, es la que lleva a la Iniciación Real. Lo Sagrado no tiene comienzo ni fin. Lo Real es la manifestación dinámica de lo Sagrado en la Naturaleza. Lo Sagrado es unidad pura, lo Real es cambiante y perecedero. Lo eterno se está conociendo a sí mismo en las formas y existencias de lo Real, sin agotarse nunca y sin dejar de ser único. El sentido de este proceso de eterna iniciación es producir conciencia. Lo Sagrado, el Ser Supremo, se está conociendo a sí mismo a través de los Seres que emanan de Él y se están conociendo a través de las experiencias que les proporciona su persona humana. Las experiencias se concentran en el Alma individual y producen la conciencia.
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Todo comienza a partir de las vibraciones que produce la Unidad cuando se secciona, produciendo movimiento y manifestándose como Trinidad o Triunidad. Las vibraciones que se producen, por afinidades selectivas, tratan de unirse para recuperar la unidad original y forman partículas que se unen a otras partículas y forman conjuntos particulares que dan características distintivas a las cosas y a los Seres. Estos conjuntos de conjuntos de experiencias particulares se constituyen en almas y dan lugar a la conciencia mineral, vegetal, animal y humana. De este modo se forman las almas, como conjuntos de experiencias, producen las conciencias. El Todo se está conociendo a sí mismo en TODO.
Sat Arhat José Marcelli
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jueves, abril 28, 2005
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